4 de agosto de 2014

Mi tan ansiado viaje al norte argentino

El norte fue uno de los viajes más deseados por mí y que más trabas tuvo. Fueron al menos tres veces las que año tras año, planifiqué el viaje, o mejor dicho, lo marqué como destino y que por una cosa u otra terminaba en la nada. Finalmente recorrí otros lugares, como Uruguay, Perú, que no estaban dentro de mis planes pero que terminaron siendo los elegidos del momento, un poco por espontaneidad y otro poco motivada por la curiosidad de lo que aparece repentinamente, que si en ese momento se dio no podés darle la espalda, total nuestro norte siempre va a estar ahí y me resultaba mucho más accesible para cualquier otra oportunidad.

Pero un día finalmente llegó el gran momento. Ya no había marcha atrás, teníamos el pasaje en mano, mi tan anhelado norte era una realidad. Un viaje en el que pasó de todo. Anduvimos con mi gran compañera de travesías, meme, por aquí y por allá. Caminamos durante horas con la ambición de conocer todo, tomamos días de descanso para recuperar fuerzas, y nos dimos el lujo de pasear como si fuéramos habitantes de ahí, perdiéndonos entre las callecitas de cada pueblo. Me descompusé, lloré, entré en crisis, deseé volver y que terminara todo ahí.


Callecitas de Purmamarca

Una vez llegada a Purmamarca, conocí un médico que había aprendido un tipo de medicina naturista con una tribu aborigen en México, que tenía un negocio junto a nuestro hostal. Pensé que no era casual que justo pos descompostura y con el malestar todavía en mi cuerpo me hospedara ahí. Así que decidí entrar y conocer un poco más. Lo que hablamos fue cuestión de “creer o reventar”. No soy lo que se llama una persona creyente, y no hablo solo de Dios, hablo de espiritualidad en general. Pero la realidad es que me hizo muchas preguntas/afirmaciones que tenían que ver con mi vida, un desconocido estaba dando justo en el clavo, sólo con tomarme las manos él decía ver lo que me pasaba y necesitaba. Salí de ahí con más preguntas que afirmaciones, pero sabiendo que mucho de lo que me había consultado era mio, muy mio, y que sólo yo sabía. Cuestión que con los días logré recuperarme y el viaje siguió su curso.


Paisajes que te regalan los viajes en micro

Un años atrás había estado en Perú, recorriendo Cusco, y otras pequeñas ciudades de allí. Recuerdo que mientras andaba por ahí no podía evitar ver nuestro norte argentino, el que hasta ese momento conocía solo por imágenes.

Descubrí que el norte tiene color, paz, silencio, música, cultura, historia, magia. Que a pesar de que es fácil de recorrer porque todo está “ahicito nomás”, tiene una gran diversidad de paisajes. Descubrí que el tiempo se detiene, que los relojes no tienen lugar, y que el apuro es una pérdida de tiempo. Allí todo transcurre a otro ritmo, al ritmo de sus lugareños, al que nosotros estamos tan desacostumbrados, pero que si te dejás llevar es lo más maravilloso que hay. Acá fue donde reivindiqué mi idea de que es mejor conocer pocos lugares en profundidad, y no cientos de ellos sin haberlos caminado como corresponde. A mi modo de ver, así es como se conoce realmente un lugar. Pateándolo, perdiéndose, dejándose llevar. Purmamarca fue mi lugar predilecto, con su cerro de los siete colores, con su feria en la plaza, fue donde “reviví” después de sentir que quería regresar de mi viaje que hace días había comenzado.




Sin embargo, Tilcara donde tuve la mala suerte de haberme descompensado, me dio la revancha cuando regresé. Ya era el último día, y nos habíamos perdido del festejo de la pachamama. Nos volvíamos sin haber hecho esa experiencia, que parecía que todos habían logrado vivenciar menos nosotras. Nos encontrábamos almorzando en un restaurante familiar, cuando la familia en cuestión nos invita a pasar al fondo de la casa donde van a celebrar este ritual. Con meme no lo podíamos creer, faltaban dos horas para regresar y nos estaban dando la oportunidad que creíamos haber perdido. Así fue como coronamos nuestro viaje. Una experiencia única, de esas que ocurren cuando la gente del lugar te invita a que seas parte de su familia por un rato. Esas son cosas que pasan cuando no me encuentro en mi sitio, en mi rutina, esas experiencias que siempre me voy a llevar muy dentro mío.

"Un viaje no se termina hasta que llegás a destino. Minutos antes de tomar el micro que nos llevaba de regreso a Salta, una familia nos invitó a ser parte del festejo a la Pachamama. Nos volvíamos con el gusto amargo de no haber podido ver el festejo, y terminamos siendo parte de uno". (Anotación de mi cuaderno de viajes, 2 de agosto de 2014)